Una amistad forjada a fuerza de uniformes, misas de martes, canciones, comida de rancho, festivales, controles, libros, risas y llantos. Estar con ellas era como retroceder en el tiempo e intentar imaginar entonces cómo iban a convertirse en las mujeres que son hoy en día. Cuando no había tiempo, cuando los problemas eran de matemáticas. Cuando de mañana importaba sólo tener los deberes hechos. Miro la foto y sonrío, hay un hilo invisible que nos une, que delata que venimos del mismo sitio, un cuño, como diría Marta, que nos distingue y nos iguala. A Mónica, no sé por qué, la recordaba bailando, con su melena, sus bucles. Junto a ella, Chelo, las dos, las más listas de la clase. Chelo siempre delante de mi en la fila. Isabel, mi María Isa, que conserva esa deliciosa locura infantil. Amparito, con su dulzura inmune al paso de los años. María, siempre más seria y reservada que de vez en cuando destapa su lado divertido. Lourdes a la que me unen cientos de recuerdos, y miles de risas. Marta y Elena, "mis más mejores amigas" del cole. Y todas, todas, con pasados comunes, juntas en buenos y malos momentos, que también los ha habido, y muchos. Cada una con su presente particular, con su convencimiento de estar por fin en el lugar, no sabemos si adecuado, pero sí en el que queremos estar. Con la seguridad de que podemos volver la cabeza hacia atrás para respirar y coger impulso, siempre habrá una imagen como esta en la que apoyarnos. Un pasado feliz que nos hizo como somos.
Ahí estamos, juntas, fuertes, sonriendo y plantándole cara a la vida.
Ese es el secreto.
Ahí estamos, juntas, fuertes, sonriendo y plantándole cara a la vida.
Ese es el secreto.
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